Los efectos de que los niños descansen mal o de forma insuficiente son bien conocidos por la mayoría de las familias, además de los habituales síntomas de cansancio aparecen otros de tipo emocional que hacen que los niños estén más irritables de lo normal. Cuántas veces no hemos pensado ante una rabieta a última hora de la tarde «lo que le pasa es que está agotado».
Estos motivos son, por sí mismos, suficientes para recomendar que los niños duerman las horas necesarias ya que al día siguiente estarán más despiertos y contentos, para poder asimilar mejor los aprendizajes del día.
Pero es que aún hay más, diversos estudios neurocientíficos han demostrado que el sueño influye en el proceso de aprendizaje de múltiples formas.
Cuando dormimos se produce un efecto llamado «Ganancia retardada del aprendizaje», que implica que durante el sueño se refuerzan aquellos aprendizajes que durante el día han sido señalizados por nuestro cerebro como más relevantes (Morgado, 2014). Quizá hayamos sentido este efecto con aprendizajes motores o procedimentales, cuando al aprender unos pasos de baile, o los movimientos de los dedos sobre el teclado, al cabo de uno días de no haberlo practicado notamos que nos sale mejor que el último día que lo hicimos. Y es que mientras que estamos durmiendo el cerebro repasa una y otra vez aquellos patrones que fueron más relevantes durante el día, por lo que mejora su aprendizaje.
Además mientras dormimos el sueño estructura y reorganiza el aprendizaje, extrae reglas ocultas y permite inferencias complejas (Morgado, 2014). Es por ello por lo que en ocasiones soñamos con un problema que nos preocupa y por la mañana hemos encontrado alguna solución o camino que nos permita solucionarlo.
Por otro lado el sueño permite que se eliminen las toxinas metabólicas generadas durante el día en el cerebro (Needergard, 2013), es decir, dormir es cómo la ducha diaria de nuestro cerebro, si está «limpio» aprendemos mejor.
Todas estas razones implican que es necesario darle al sueño la importancia que tiene, no sólo en los primeros años de vida de los niños, sino también cuando estos van creciendo y tienden a pedir acostarse más tarde. Es evidente que los niños de 10 años no tienen la misma necesidad de descanso que los de 2, sin embargo deben descansar lo suficiente para que su aprendizaje sea óptimo. En esta tabla se detallan el número de horas de sueño recomendadas por edades.