Aprendemos por repetición. Tanto los aprendizajes escolares, los hábitos, el comportamiento, el lenguaje, se aprenden tras repetir la misma experiencia en diversas ocasiones.

Para las familias esto no es algo nuevo, lo hacen a diario, incluso sin ser conscientes de ello. Existen muchos ejemplos, pero sin duda, aquellos que se refieren a la seguridad de los niños son los más evidentes.

Cuando les queremos enseñar a cruzar la calle, les repetimos una y otra vez cómo deben parar en la acera, el significado de los colores del semáforo, cómo asegurarse de que todos los coches han parado antes de cruzar… Este aprendizaje no es cosa de un día, y las familias repiten una y otra vez el proceso hasta que los niños lo asimilan.

Sin embargo, muchas familias se sienten frustradas al enseñar otro tipo de comportamientos más ligados a las normas sociales. En estos casos, algunas de ellas alegan «mi niño es muy movido», «no para quieto», «no soy capaz de que esté sentado». Evidentemente las características propias de cada niño influyen en su comportamiento, pero ocurre con frecuencia que lo que les pasa es que no han aprendido a hacerlo bien, porque no lo han repetido lo suficiente.

Los niños cuando nacen no disponen de conocimientos sobre cómo comportarse socialmente, es algo que tienen que aprender de las familias. Este proceso, que dura toda la infancia y la adolescencia, se realiza a través de la imitación de las conductas de los adultos con los que generan más interacciones (familia y escuela principalmente), pero también de la explicación de las normas de convivencia y de su repetición.

Pongamos un ejemplo. Cuando un niño va a la consulta del pediatra a una revisión es normal que quiera moverse, correr, jugar… En ese momento NO está enfermo y se comporta como lo haría en cualquier otro contexto. Es la familia la que tiene que enseñarle la forma de comportarse en esta situación, y al igual que con el semáforo, explicarle las veces que sea necesario que debe estar tranquilo y sin hacer ruido, porque otras personas a su alrededor SÍ están enfermas y pueden sentirse molestas.

En este tipo de situaciones es posible que los familiares tengan que desplegar todos los recursos a su alcance para que los niños estén distraídos de forma tranquila (cuentos, un cuadernito para dibujar, e incluso mirar las fotos del verano pasado en el móvil). Hay que recordar que para los niños esperar durante un largo periodo es un esfuerzo muy acusado, sobre todo cuando aún son pequeños.

Sin embargo, aunque el esfuerzo sea grande, el aprendizaje es muy valioso, por lo que no debemos desistir, ni sentirnos frustrados por no conseguirlo a la primera. Al igual que el primer día ante el semáforo no les soltamos la mano por mucho que ellos lo intenten, la perseverancia y la repetición es, también, la clave en el aprendizaje de las normas sociales.

Un comentario sobre “Repetir, repetir, repetir

  1. No perder de vista que las familias somos el principal grupo social en el que nuestros hijos aprenden normas sociales me ha parecido genial así como el recordatorio de la importancia de repetir dichas normas para que se conviertan en hábitos. Gracias Bea.

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